En el siglo 19, al tiempo que Irlanda enfrentaba la Gran Hambruna (1845-1849) las mujeres tejían Crochet como una forma de obtener ingresos. El encaje o punto irlandés se convirtió en una fuente alterna para ganar dinero para los trabajadores irlandeses en pobreza extrema. El primer libro con instrucciones para el "punto irlandés" como le llamaron,fue compilado por la señorita Eleonora Riego de la Blanchardiere hija de un noble francoespañol y de madre irlandesa.
Fue ella quien desarrolló la técnica para tejer con un resultado muy similar al encaje veneciano pero tejiéndolo con un solo gancho se acortaba inmensamente el tiempo de tejido de cada una de las piezas.
Gracias por la imagen: Lacis Museum of Lace & Textiles
Por ejemplo, una tira de encaje veneciano de 20 centímetros de largo tomaba en promedio casi 200 horas tejiéndola con aguja. Al tejerla con el ganchillo de crochet se terminaba la obra en tan solo 20 horas. La técnica del encaje irlandés se trabajaba tejiendo motivos individuales: hojas, flores, frutas para después unirse mediante una red en forma de abanicos, rectangular o con una cuadrícula. Esto permitía dividirse el trabajo, es decir cada quien se especializaba en un trabajo particular dependiendo de su destreza manual.
Mademoiselle Riego publicó su primer libro de patrones e instrucciones de crochet irlandés en 1846 y se ha documentado que un año después ya habían más de 20 mil personas tejiendo en el Sur de Irlanda.
El encaje o punto irlandés como se llegó a conocer fue trabajado en cantidades hasta que estalló la Primera Guerra Mundial. Las mujeres irlandesas tenían gran destreza manual y produjeron trabajos maravillosos. Era tal su habilidad, talento y exquisitez para los diseños que el famoso encaje de Venecia no tenía nada que pedirle al encaje hecho en crochet por las irlandesas de la región de Cork. De igual forma, mujeres y hombres aprendieron a tejer a gancho con materiales baratos cubriendo así el consumo interno de la región. Esta nueva manera de ganarse la vida permitió a muchas familias mejorar su calidad de vida hasta bien entrado el siglo XX.
Esta industria que se desarrolló caseramente. A las mujeres se les entregaban los materiales y trabajaban desde sus casas. Una vez terminada una pieza se llevaba a pie al centro del pueblo a donde se les daba el último acabado armándolas como cuellos, puños, corpiños, vestidos, abrigos e incluso sombrillas.
Familias completas colaboraban, guardando celosamente sus propios diseños o motivos especiales. Cuando un vecino entraba a la casa inesperadamente, el encaje se escondía rápidamente y con razón pues un diseño original realizado finamente aportaba el ingreso de toda la familia.
Los grandes compradores estaban en Dublín, Londres, París, Roma, Nueva York y en la Ciudad de San Francisco California que curiosamente fue uno de los mayores centros de distribución de encaje o punto irlandés hasta el gran terremoto de 1906.
Fue ella quien desarrolló la técnica para tejer con un resultado muy similar al encaje veneciano pero tejiéndolo con un solo gancho se acortaba inmensamente el tiempo de tejido de cada una de las piezas.
Gracias por la imagen: Lacis Museum of Lace & Textiles |
Por ejemplo, una tira de encaje veneciano de 20 centímetros de largo tomaba en promedio casi 200 horas tejiéndola con aguja. Al tejerla con el ganchillo de crochet se terminaba la obra en tan solo 20 horas. La técnica del encaje irlandés se trabajaba tejiendo motivos individuales: hojas, flores, frutas para después unirse mediante una red en forma de abanicos, rectangular o con una cuadrícula. Esto permitía dividirse el trabajo, es decir cada quien se especializaba en un trabajo particular dependiendo de su destreza manual.
Mademoiselle Riego publicó su primer libro de patrones e instrucciones de crochet irlandés en 1846 y se ha documentado que un año después ya habían más de 20 mil personas tejiendo en el Sur de Irlanda.
El encaje o punto irlandés como se llegó a conocer fue trabajado en cantidades hasta que estalló la Primera Guerra Mundial. Las mujeres irlandesas tenían gran destreza manual y produjeron trabajos maravillosos. Era tal su habilidad, talento y exquisitez para los diseños que el famoso encaje de Venecia no tenía nada que pedirle al encaje hecho en crochet por las irlandesas de la región de Cork. De igual forma, mujeres y hombres aprendieron a tejer a gancho con materiales baratos cubriendo así el consumo interno de la región. Esta nueva manera de ganarse la vida permitió a muchas familias mejorar su calidad de vida hasta bien entrado el siglo XX.
Esta industria que se desarrolló caseramente. A las mujeres se les entregaban los materiales y trabajaban desde sus casas. Una vez terminada una pieza se llevaba a pie al centro del pueblo a donde se les daba el último acabado armándolas como cuellos, puños, corpiños, vestidos, abrigos e incluso sombrillas.
Familias completas colaboraban, guardando celosamente sus propios diseños o motivos especiales. Cuando un vecino entraba a la casa inesperadamente, el encaje se escondía rápidamente y con razón pues un diseño original realizado finamente aportaba el ingreso de toda la familia.
Los grandes compradores estaban en Dublín, Londres, París, Roma, Nueva York y en la Ciudad de San Francisco California que curiosamente fue uno de los mayores centros de distribución de encaje o punto irlandés hasta el gran terremoto de 1906.
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